El fotógrafo neozelandés, Robin Hammond, capturó varias de estas imágenes visitando el centro de rehabilitación que se ve en la imagen, a las afueras de la ciudad de Port Harcourt, en el delta del río Níger. Este, es dirigido por el gobierno estatal y alberga a 170 personas con enfermedades mentales o discapacidad.
Me dijeron que no había niños, pero pronto encontré a un niño con discapacidad mental de unos ocho años que dormía en el suelo de la habitación de los internos masculinos de alto riesgo. Robin Hammond.
Estas personas se esconden en oscuros rincones olvidados de iglesias, pasan la vida echados sobre el sucio suelo de prisiones o permanecen inmóviles encadenados a rústicas camas de hospital. Casi nunca se quejan, la vida les ha enseñado que nadie va a escucharlos. No piden ayuda, saben que nadie acudirá. Al parecer, en el delta del Níger (como en muchas otras partes de África en crisis) la salud mental es un problema de nadie.
Hammond, ha viajado a Uganda, Somalia, Kenia, Sudán y la República Democrática del Congo para documentar la situación de la enfermedad mental en regiones que se enfrentan a crisis. Y así escribió el libro titulado: Condemned. Mental Health in African Countries in Crisis.
«Estábamos trabajando en uno de los lugares más peligrosos del mundo, ¡Mogadishu!» gritó el Dr. Habeb que dirige la única clínica mental en Mogadishu, Somalia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que 1 de cada 3 somalíes sufre de alguna clase de enfermedad mental. Desde los Campamentos para las Personas Internamente Desplazadas repartidos por toda la región a las calles bombardeadas de Mogadishu es una generación de somalíes que han conocido la guerra, el hambre, el desplazamiento y la pérdida. Traumas psicológicos masivos es el resultado.
La respuesta más común para la enfermedad mental es la retención forzosa. El uso de cadenas en las casas, o más común en chozas o bajos los árboles afuera de la casa, para impedir que un familiar con enfermedad mental se vaya. Es una práctica aceptada en las pocas instituciones que existen. La OMS dice que en la última década el 90% de los pacientes tratados por lo menos una vez en sus vidas estuvieron encadenados. Encadenar a los pacientes es visto como una medicación alternativa, que no solo deja estigmatizado al paciente sino que causa daños físicos en las manos y piernas. Algunas de los pacientes encadenados terminan suicidándose. La persona suele estar encadenado no solo durante su «crisis aguda» sino toda su vida. Robin Hammon..
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