
En la base de nuestro pensamiento existen arquetipos capaces de dar forma a percepciones y sentimientos, moldear intuiciones y creencias, organizar nuestra forma de concebir el mundo y vivir en el. Se muestran como formas o categorías aparentemente simples, incluso triviales, tanto que a menudo las ignoramos, dándolas por supuestas. Pero si pasamos a analizarlos, revelan una importancia fundamental y ramificada, tanto en la vida cotidiana como en el más amplio respiro de la historia.
Uno de estos arquetipos es el contraste entre vertical y horizontal. Es a la vez un hecho físico -una geometría polarizada por la fuerza de la gravedad- y una categoría de lo mental: distinción que se refleja en campos aparentemente muy diferentes, como el arte o la organización social. Elèuthera editrice ha publicado un interesante y profundo ensayo sobre estas dimensiones del ser, de Stefano Boni.
El injerto del concepto en la vida práctica ya se muestra en el lenguaje. Basta pensar en palabras como superior o subordinado, modismos como subir al piso superior o caer: nuestra relación con los demás se ‘geometriza’ según la horizontalidad de los que son igual a nosotros y la verticalidad de las jerarquías. Es quizás en el arte donde las direcciones muestran más claramente su poder para moldear las relaciones sociales.
Un punto fuerte del libro radica en abrir, a través del análisis espacial, nuevas perspectivas sobre las posibilidades sociales “horizontales”, históricamente existentes -aunque muchas veces olvidadas-, que ahora vuelven a aparecer en el escenario político. Si la forma de organización que primero viene a la mente es la jerárquica -precisamente, vertical-, Boni también llama la atención sobre todas las empresas pares que fundaron sus relaciones según la lógica horizontal del círculo.
Reconocer la impronta de un arquetipo en todo lo que es ser humano, por tanto, no significa caer en un tradicionalismo rígido e inmutable, que ordena el mundo en jerarquías lineales, y la sociedad en castas rígidas. También hay otros arquetipos, que ofrecen posibilidades tanto antiguas como reactualizables. Desde los iroqueses hasta las asambleas de los movimientos sociales, el círculo de pares no es un modelo social utópico, sino una realidad experimentada y efectiva.
Stefano Boni también nos brinda un precioso instrumento de crítica, con capítulos dedicados a las formas espurias que aparentemente integran los dos sistemas. Algunas formas de horizontalidad declarada -aunque explícitamente limitadas- tienden de hecho a convertirse en una jerarquía claramente vertical, aunque escondida detrás de una fachada hipócritamente igualitaria. Es el caso, argumenta Boni, tanto de las democracias como de las repúblicas socialistas.
En todo caso, la lectura de Horizontal y Vertical es útil no sólo para repensar las disposiciones sociales y políticas, sino también porque sabe abrir una nueva perspectiva de interpretación en otros niveles que las cruzan. De la literatura al cine, en las situaciones cotidianas y en las metáforas que nos envuelven y condicionan, esta dualidad espacial es una presencia importante y activa, sobre la que es bueno abrir los ojos.
–Loli Lopesino