
En la cola de la caja, la pantalla marca 26,80 €, un estremecedor rostro:
»Ah disculpe, olvidé la tarjeta, sólo tengo 20 €, retiro algo inmediatamente».
En el carrito pequeño no hay patatas fritas, ni tantos y tantos otros alimentos de veras inútiles. Alcanzo a ver leche, una barra de pan, un paquete de pasta, tomates, papel higiénico y sí —una pastilla de jabón. Así es, una pastilla de jabón de glicerina y que desde pequeña no veía, en casa de mi abuela […]
La vergüenza para quienes están distantes –poco más de un metro– es atronadora. Su rostro, el de una mujer que podría tener unos cincuenta años, con el ceño fruncido, lo dice todo: ¡elegir qué dar o quitar a sus hijos!
Por la enésima vez, me resisto a creer que en demasiadas ocasiones la realidad supera la ficción; la realidad más neorrealista.
Poco detrás de ella, un señor exclama:
»Disculpe señora, se le cayó algo». Ella, mirándole sorprendida, ve en el suelo un billete de 10 euros. Sabe bien que no le pertenece.
Pero, con tan sólo la mirada amorosa del hombre, parece convencerle; no obstante permanezca inmóvil, callada, cabizbaja, apretando sus ojos —jamás diría que el billete es suyo, es tan evidente—. No lleva ropa de marca, tampoco harapos, su rostro exuda sacrificio por cada poro. Veo al señor inclinarse, recoger del suelo el billete y decirle:
»Probablemente se le cayó al abrir el bolso, señora».
Ahora, parece una muchacha, sus ojos se ven tan grandes de repente, felizmente; fundamentalmente íntegra. Paga y antes de salir —ahora sí— sonríe al hombre que se encuentra delante de mí. Le mira por última vez y dice: »Muchísimas gracias, señor».
También yo siento —asistiendo feliz, de alguna manera, a una de las lecciones más grandes de dignidad, generosidad […] El señor podría haberle dicho, por poner sólo un ejemplo:
»No se preocupe, pago yo lo que le falte…». Sin embargo, eligió preservar la dignidad —suya y de la señora.
»Quien realiza un bien calla, quien lo recibió recuerda.» Se practica en silencio, lo contrario es pura película; así necesito recordándomelo cada día y así quiero seguir haciéndolo máxima. Buen viaje a quien elige reducirse a los mínimos.
Las personas fueron creadas para ser amadas y las cosas fueron creadas para ser usadas. La razón por la que el mundo está en caos es porque las cosas están siendo amadas y las personas están siendo usadas.
Jonathan Moldú
*Sacado de una de tantas y tantas otras historias reales
Imagen: Web
— Loli Lopesino
Qué hermosa historia, estimada Loli, y qué sabia la “moraleja” final (en negrita).
(Podríamos hablar de si esconde la diferencia entre orgullo y dignidad –son cosas distintas–, pero me quedo con la buena intención de ese señor, que hasta se “arriesga” a recoger del suelo un billete que “no es suyo”).
¡Un saludo fraternal!
@FriedenFurAlle (Cordura)
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Yo también querido amigo, me quedo con la del »bálsamo para el corazón».
Me alegra tanto leerte. Otro abrazo, enorme.
¡Gracias, Cordura, muchas gracias..!
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Cierto, ese bálsamo…
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si fuéramos capaces de dejarnos experimentar esta emoción a menudo, intentariamos recuperarla de continuo. Gracias Loli.
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¡Gracias a ti, ‘rosaura’! 😛
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