Todo empieza en el mismo punto cada mañana. Todo está bien, igual, sigue en el mismo lugar y lo que no —quizás se arregle cuando me levante. Acabo de abrir los ojos, son pasadas las siete; quisiera concentrarme para seguir durmiendo. Atrás quedaron los días del despertador a la una de la tarde y, me alegro. Trato de no salir corriendo de la cama por la paranoia, la nostalgia, el recuerdo de lo que no volverá y la apariencia de lo que no desaparecerá. —«No cometeré los mismos errores hoy otra vez ¿no?». En cambio, sí.
Todo comienza a la misma hora, cada mañana. «Todo sigue bien, todo está -más o menos- en su lugar y lo que no está en su sitio no se arreglará levantándose ahora.» No hablo del mediodía. Me refiero a no salir de la cama a las 6:00 a. m. cuando se duerme y, especialmente al cerrar los ojos, por la noche. A veces lo consigo y otras no. — Pongo la radio, hablan de (y por) la vida cotidiana.

La méridienne – Jean Francois Millet Francia, 1866
Los malos sentimientos no son vistos como viaje individual, no se recomienda cambiar de empuje o asaltar el cielo. Hablo de las relaciones de producción, invitando a la gente a ser consciente de qué mecanismos les aplastó y qué mecanismos dirigen a otras personas a la trituración. Todo esto se ha eliminado. Vivimos en la remoción constante del concepto de conflicto. Si los obreros mal pagados, explotados, tratados como esclavos, lanzan la protesta y alzan sus voces […] son criminales. Si una población acosada, sometida al régimen del apartheid, víctima de un genocidio operado por un Estado neoliberal que se dice democrático —lucha por su existencia […] es terrorista.
Escucho a gente sensible, consciente, diciendo: algo va muy mal, que algo hay que cambiar. Son como «murmullos ascendiendo entreverados», en sus palabras me parece oír una especie de individualismo irreparable. No parecen realmente convencidas del alcance de tantas injusticias, sin conciencia del impacto de nuestro estilo de vida; no conciben lo que significa perder todo en un par de horas en una decisión tomada en frío, en una mesa, por personas desconocidas. Tienen sentimientos, sí, como aterra su convencimiento de que el mundo comenzó y terminó allí, sin la conciencia de que este sistema, esta organización económica —asesina. No por error. Lo hace a sabiendas. Vivimos una globalización de facto, pero no de iure.
En mi ABC de cada la mañana me concentro para tratar de controlar el sueño y, no solo mis propios despertares. En mí casi obsesivo discurso nebuloso sobre mi lugar en el mundo; la culpa de la inacción; no saber realmente cómo tomar ventaja de los privilegios, la confrontación con vidas tan diferentes de la mía. —A veces no puedo. «Gran parte de la fuerza que tenemos proviene de nuestros olvidos y nuestra incapacidad para representar la pluralidad de destinos simultáneos. Nadie podría sobrevivir a la comprensión instantánea del dolor universal, ya que cada corazón está hecho para una cierta cantidad de sufrimiento». Incluso sentir este necesario mecanismo nos lleva a no dormir por la noche, perseguir el sueño cada mañana. Cuando es demasiado, muy temprano, para subirse a la silla. Necesitamos renovar profundamente el ejercicio del pensamiento, repensar la relación entre ethos, polis y kosmos.
— Loli Lopesino